Publicamos un nuevo informe que denuncia y analiza cómo los combustibles fósiles permiten y favorecen la desigualdad y la violencia
El militarismo y la crisis climática son dos realidades interconectadas y que contribuyen a la destrucción del planeta. Según se detalla en el informe Hacia una política climática libre de combustibles fósiles. Aportes desde el feminismo pacifista, que se puede leer pinchando en el enlace, “los ejércitos, con el de Estados Unidos a la cabeza, son los mayores consumidores de combustibles fósiles del planeta y emiten el 5,5% del total de emisiones de gas de efecto invernadero. Además, la mayoría de las misiones militares del Norte Global se destinan a proteger los yacimientos de combustibles fósiles de los que dependen”.
Este documento, elaborado por nuestra compañera Beatriz Arnal Calvo y diseñado por Maribel Hernández Sánchez con ilustraciones de Maitree Muzumdar y que cuenta con el con el apoyo de Fossil Fuel Non-ProliferationTreaty Initiative, “está dedicado a todas las mujeres que acuerpan sus luchas de resistencia y existencia y crean mundos alternativos de posibilidades infinitas. A todas aquellas mujeres que hacen viable el sostenimiento y el florecimiento de la vida en sus comunidades, sus territorios y nuestro planeta”.
En él se señala que “los combustibles fósiles están vinculados a la mayoría de las guerras de las últimas décadas. También generan dependencia energética de países productores que no respetan los derechos humanos y participan de forma directa en guerras, como Rusia en Ucrania o Arabia Saudí en Yemen”. En su informe Arnal denuncia que “la industria de los combustibles fósiles y otras industrias extractivas suelen sacrificar la salud y el bienestar de los territorios y las poblaciones más desfavorecidas del planeta, normalmente ubicadas en el Sur Global, en las que provocan pérdidas y daños ambientales, humanos y comunitarios irreparables con el único fin de mantener un modelo de consumo y producción desmedido que solamente beneficia a las poblaciones más privilegiadas del Norte Global”. Y es que los combustibles fósiles perpetúan y potencian unas relaciones de poder injustas, porque “la industria de los combustibles fósiles tiene impactos diferenciados y desproporcionados en las mujeres, las niñas y el colectivo LGTBIQ+, sobre todo en las comunidades indígenas y rurales del Sur Global. Además, refuerza estructuras, relaciones y sistemas de poder como el patriarcado, el capitalismo, el colonialismo, el racismo, el imperialismo y el militarismo, entre otros”. Es decir, “los combustibles fósiles permiten y fortalecen diferentes formas de violencia y desigualdad.”
WILPF España apoya el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que pretende asegurar asegurar la no proliferación de combustibles fósiles, su eliminación progresiva equitativa, y una transición justa y pacífica para que ningún trabajador, comunidad o país se quede atrás. En el informe se analiza su significado y se examina la situación en España, Cabo Delgado (Mozambique), El Yasuní (Ecuador) y Magdalena Medio (Colombia). Y además se evalúa como buenas prácticas la Declaración de Choachí por un Tratado de No Proliferación de Todos los Extractivismos, y la Cumbre Internacional por el Yasuní, “dos ejemplos positivos de articipación y liderazgo de las comunidades locales, indígenas y rurales en la elaboración de políticas climáticas sensibles al género, en intersección con otras desigualdades, y basadas en los derechos humanos y la solidaridad con los grupos y territorios históricamente más desfavorecidos”.