Las armas no nos salvarán

Artículo de Carmen Magallón. Presidenta de honor de WILPF España

Este artículo fue originalmente publicado en inglés en la web de WILPF aquí.

Ante los aplausos que recibe la decisión europea de enviar armas a Ucrania, permitan que levante una voz disidente: las armas no nos salvarán. Más bien, volverán a sumergirnos en la turbulencia histórica de matar y morir.  La violencia que imprime el uso de las armas solo lleva a una espiral de muerte, en la que siempre hay un ganador en la contienda, el que tiene más armas. Este consigue su miserable fin: dominar, extender su territorio, elevar su ego… pero todos pierden pues se pierden las vidas, que es lo más valioso que tenemos. Marian Cao, artista y profesora de Arte en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, ha compartido una de las estremecedoras pinturas que la artista alemana Käthe Kollwitz realizó contra la guerra. Cao conoce a fondo a Kollwitz sobre la que ha publicado una biografía. Conoce la angustia que vivió como madre tras alentar a sus hijos a alistarse en la I Guerra Mundial y perderlos. Desde este sentimiento nace su cuadro, en el que una mujer anima a los hombres a desertar: “Las semillas no deben molerse”. Las semillas son los jóvenes. Que no están obligados a morir, sino a vivir.

Dicho esto, qué hacer cuando una invasión, como la de Ucrania, se lleva a cabo ante nuestros ojos. Lo primero, decir que no tenemos respuesta con el mismo nivel de inmediatez que tienen quienes remiten a las armas. Y, sin embargo, proponemos resistir sin armas. No se trata de juzgar a quienes recurren a la resistencia armada, no estamos para juzgar algo tan humano y complejo. Hasta el mismo Gandhi habló de resistir de este modo, llegado el caso. Se trata de pensar qué hacer a medio y largo plazo sin la inercia de volver a caer en el uso de las vidas humanas como carne de cañón. Parto de reconocer que no es posible sacar una solución de la chistera. Por lo que esta es una reflexión que se limita a subrayar la importancia de educar en el conocimiento y respeto de la legislación internacional, como parte de la educación para la paz. Se trata de pensar desde un paradigma que se aparta del aserto clásico de ‘Para lograr la paz, los pueblos han de estar en pie de guerra’. No, así sólo repetimos la historia de guerras. Para lograr la paz, hemos de estar en pie de paz. Y desde ahí, educar, no sólo en las escuelas, sino socialmente, para defender una legislación internacional que se ha construido con mucho esfuerzo, una legislación y unas instituciones que, como dice el Preámbulo de la Carta de Naciones Unidas, nacieron para “evitar a nuestros hijos el flagelo de la guerra”.

Para eso hay que educar a la población en la importancia de tener una gobernanza global y un foro donde debatir los conflictos entre países. Una educación que esté atenta a decisiones que pueden erosionar el equilibrio de los acuerdos y leyes que conforman la arquitectura legislativa internacional. Y que elija responsablemente a sus representantes para que no la destruyan. Vivimos estos días con angustia la amenaza de Putin de usar armas nucleares en la contienda. Hubo decisiones anteriores que pavimentaron esta posibilidad y ante las que la Comunidad Internacional tendría que haber levantado la voz. En 1987, Gorbachov y Reagan firmaron el INF (Tratado sobre misiles nucleares de alcance medio), por el que se retiraban estos misiles y ambas partes renunciaban a su uso. Pues bien, en 2018, Trump -EEUU- se retiró del tratado, abandonando un acuerdo importante que impedía amenazar con el uso de armas nucleares, dejando así las manos libres a Putin para hacerlo ahora.

Vemos que, si no se defienden los acuerdos internacionales, en vez de avanzar, de la mano de líderes insensatos retrocedemos.  Informa el Instituto Internacional para la Seguridad Global de que en 1994, Ucrania, Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido, firmaron el Memorando de Budapest sobre garantías de seguridad, al que se unieron después Francia y China. A través de este memorando, Ucrania, que tenía en su territorio un enorme arsenal de armas nucleares, renunció a él y se unió al Tratado de No Proliferación Nuclear como Estado no poseedor de armas nucleares. Todo a cambio de que se respetaría la integridad de sus fronteras y su soberanía. Ahora, Putin ha violado esa promesa legalmente formalizada en detrimento de la seguridad de todo el mundo.

¿Podemos educar en el respeto a la legislación internacional? Podemos y debemos. Empezando por educar en el respeto y reconocimiento del papel que tiene la Organización de las Naciones Unidas como foro de diálogo y diplomacia en el que están todos los actores internacionales, y que, pese a todos sus déficits, si no existiera habría que inventarlo.

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