Este 8M, reivindicamos Palestina como un asunto feminista y conocemos a mujeres palestinas que trabajan por la paz y los derechos humanos

Este 8M, WILPF reivindica Palestina como un asunto feminista y quiere dar a conocer las voces de mujeres palestinas que trabajan por la paz y los derechos humanos. Para conocer los impactos en las mujeres de la actual situación de Gaza y el incansable trabajo de las organizaciones palestinas feministas, además de para saber qué podemos hacer para apoyarlas, hablamos con Pamela Urrutia Arestizábal, investigadora de la Escola de Cultura de Pau e integrante de WILPF España.

¿Cuál es la situación de las mujeres y las niñas en Gaza?

Antes de abordar la situación actual, me gustaría recordar que expertas y activistas feministas palestinas vienen trabajando intensamente desde hace años por hacer visibles los impactos de género de las políticas de colonización, ocupación y militarización. En lo que respecta a Gaza, vienen documentando y denunciando los efectos en las mujeres y las niñas tanto del cerco impuesto a la Franja desde 2007 como de las sucesivas campañas militares: los obstáculos y consecuencias para las mujeres enfermas que necesitan tratamiento médico fuera de Gaza; la enorme carga que vienen asumiendo las mujeres en las tareas de cuidado en un contexto caracterizado por la continua destrucción y carencias de infraestructuras, incluyendo hospitales; los retos de sostener la vida en un territorio con una situación humanitaria que ya se encontraba al límite. Desde octubre de 2023 estos desafíos se han multiplicado de manera exponencial y los extraordinarios niveles de violencia, el castigo colectivo -el genocidio “plausible”, en palabras de la Corte Internacional de Justicia (CIJ)- está afectando directa y desproporcionadamente a las mujeres, niños y niñas de Gaza. Tal y como ha señalado ONU Mujeres, si en los últimos 15 años 67% de los civiles palestinos asesinados eran hombres, ahora la tendencia se ha revertido y 70% son mujeres y menores. Son más de 8.000 mujeres y 13.000 niños y niñas, mientras que otras miles de personas permanecen bajo los escombros. Ya a finales de octubre Save the Children advertía que el número de menores asesinados en Gaza superaba el de todas las muertes violentas de niños y niñas en contextos de conflicto armado en todo el mundo desde 2019.

Con inmensas dificultades, organizaciones de mujeres y derechos humanos palestinas han continuado intentando documentar las vulneraciones que afectan de manera específica a las mujeres y las niñas. Perfilar los impactos de los ataques incesantes, la intensificación del bloqueo, el masivo desplazamiento forzado hacia áreas cada vez más pequeñas -primero de norte a sur, luego al oeste- y las condiciones de precariedad extrema. Y, como sabemos, el cuadro que dibujan es desolador. Mujeres que enferman por la falta de agua, el hacinamiento, por compartir letrinas entre cientos de personas y una ducha entre miles, por la falta de acceso a productos básicos de higiene, incluyendo de higiene menstrual. Mujeres que, ante estas carencias, han optado por medicarse para no tener la menstruación.  Niños y niñas que han comenzado a morir por desnutrición, deshidratación, enfermedades prevenibles. Madres impotentes ante las mutilaciones de sus hijos e hijas, en ocasiones simplemente porque es la única alternativa ante la falta de antibióticos. Madres que se enfrentan día a día la incertidumbre de no saber si podrán protegerles o alimentarles, si podrán amamantar por los efectos del estrés y la desnutrición, si conseguirán agua limpia para preparar un biberón. Mujeres embarazadas asesinadas, forzadas a desplazarse una y otra vez, sin acceso a cuidados de salud, obligadas a partir en condiciones extremadamente inseguras, en la calle, sometidas a cesáreas con anestesia parcial o incluso sin. Una tasa creciente de abortos, de nacimientos prematuros, de muertes de recién nacidos. Datos de este tipo fueron incluidos en la demanda de Sudáfrica por genocidio para sustentar su acusación de que Israel estaba “imponiendo medidas para intentar prevenir los nacimientos dentro del grupo” de población palestina.

¿Qué acciones se están impulsando para denunciar estos impactos?

Organizaciones de mujeres y analistas palestinas se han implicado activamente en el seguimiento de las medidas cautelares dispuestas por la Corte Internacional de Justicia y han alertado sobre los incumplimientos por parte del Gobierno israelí. Han presentado informes ante la representante especial de la ONU sobre la violencia sexual en los conflictos, alertando sobre casos también en Cisjordania, y sobre las dificultades para documentar este tipo de episodios debido al estigma social. Han denunciado las intimidaciones de las fuerzas israelíes a mujeres palestinas excarceladas, amenazadas con volver a prisión o con el encarcelamiento de sus familiares si contaban sus experiencias. Pese a ello, ha trascendido que los abusos se han intensificado tras el 7 de octubre, incluyendo amenazas de violación o agresión sexual, registros degradantes, prisioneras sometidas a desnudos individuales y colectivos, acoso verbal y uso del acceso a productos de higiene menstrual como medio de presión física y psicológica en las cárceles. En Gaza, cientos de mujeres permanecían detenidas arbitrariamente o desaparecidas.

Frente a estos hechos, algunas voces palestinas han apelado a la agenda Mujeres, Paz y Seguridad, recordando que este marco internacional exige, entre otras cosas, considerar las necesidades de protección específicas de mujeres y niñas en contextos de conflicto. Esta agenda iniciada con la resolución 1325 de Naciones Unidas es y ha sido considerada por algunas organizaciones de mujeres palestinas como una oportunidad para aprovechar un “lenguaje común” y amplificar sus demandas en foros internacionales, como una vía para intentar sortear la profunda asimetría de poder que caracteriza la cuestión palestino-israelí. Sin embargo, otras voces palestinas recelan de este marco, en parte porque no reconoce la realidad de la ocupación y también en un contexto más general de decepción por la no aplicación de otras resoluciones de la ONU y la falta de voluntad internacional para abordar la cuestión palestina y exigir una rendición de cuentas a Israel. Cabe recordar que en septiembre de 2023 se cumplieron 30 años de la firma de los fallidos acuerdos de Oslo en un contexto de total bloqueo diplomático y con la cuestión palestina relegada de las prioridades internacionales. Tres décadas en las que se han multiplicado los asentamientos y el control de facto por parte de Israel en un contexto de impunidad y en las que se ha acentuado la fragmentación y desposesión del pueblo palestino. Un período en el que, además, se ha acentuado un sistema de segregación estructural y discriminaciones que han configurado una realidad crecientemente denunciada como apartheid.

¿De qué manera nos interpelan las mujeres palestinas?

En la actual coyuntura, una pluralidad de mujeres y voces feministas palestinas insisten en la perspectiva histórica y reiteran que el actual genocidio es una extensión de las políticas israelíes contra la población palestina. Nos recuerdan que un cese el fuego es imperativo e indispensable, pero no suficiente, porque la protección de las vidas palestinas requiere el desmantelamiento de las estructuras de ocupación y apartheid. Reconocen su inquietud por las acciones del Gobierno israelí que entrañan una destrucción intencionada del pasado, del presente y del futuro. Admiten el reto de analizar y poner palabras al horror mientras la población sigue siendo masacrada. ¿Cómo enfrentar en el futuro esta experiencia colectiva de dolor y trauma? “Al final del genocidio espero poder ser capaz de articular, de intelectualizar, pero seguramente necesitaremos un nuevo lenguaje”, reconocía una académica palestina hace unos días, en un debate en el que entre varias se interrogaban sobre si es realmente posible sobrevivir a un genocidio.

¿Qué podemos hacer desde aquí?

Continuar denunciando el genocidio y todas las vulneraciones al derecho internacional y los derechos humanos. Exigir un alto el fuego, el acceso inmediato de ayuda humanitaria y el fin del comercio de armas con Israel. Insistir en que, teniendo en cuenta las medidas cautelares ordenadas por la CIJ, los Estados que continúen proporcionando armas a Israel pueden ser considerados cómplices y recordar -como viene haciendo WILPF- que las ventas de armas a Israel también vulneran normas internacionales como el Tratado de Comercio de Armas, que exige tener en cuenta si las armas exportadas pueden ser utilizadas para cometer violencia de género y otros actos de violencia contra mujeres y menores. Apoyar las investigaciones independientes de todo tipo de abusos y crímenes, incluyendo los de violencia sexual. En línea con la rendición de cuentas, apelar también a los compromisos de los actores políticos en el marco de la agenda Mujeres, Paz y Seguridad. Y reivindicar Palestina como un asunto feminista.

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