10 cosas que debes saber sobre la desmilitarización para la justicia climática desde una perspectiva feminista interseccional
WILPF está en Dubai, Emiratos Árabes Unidos (EAU) del 30 de noviembre al 12 de diciembre para participar en la 28ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), o COP28. Nuestra delegación de cinco activistas feministas por la paz se centrará en la defensa de la desmilitarización como paso fundamental para abordar la crisis climática y la destrucción del medio ambiente.
Para ayudarte a aprender más sobre la desmilitarización y por qué es crucial para lograr un futuro más sostenible y pacífico, hemos elaborado una lista de las diez cosas que necesitas saber sobre la desmilitarización para la justicia climática desde una perspectiva feminista interseccional.
1.- ¿Qué entendemos por desmilitarización?
La desmilitarización previene los conflictos abordando sus causas profundas. Incluye la transparencia y la rendición de cuentas sobre los impactos ecológicos de la actividad militar y los conflictos; la aplicación de los acuerdos internacionales de desarme y control de armas; la reasignación del gasto militar a la acción climática transformadora del género; la inversión en diplomacia y construcción de la paz medioambiental; la reivindicación de un análisis feminista interseccional de la seguridad; y una transición justa de las economías de guerra a las economías verdes del cuidado y la regeneración del planeta.
2.- La actividad militar mundial aporta aproximadamente el 5,5% del total de las emisiones mundiales.
Para ponerlo en perspectiva: las emisiones de la industria de la aviación civil representan aproximadamente el 2,5%. Si combinamos las emisiones de todas las fuerzas armadas del mundo, se situarían como el cuarto mayor emisor nacional, por detrás de China, Estados Unidos e India.
3.- Los conflictos actuales producen importantes emisiones, además de las originadas por las operaciones militares.
Los misiles, las bombas y la consiguiente destrucción de infraestructuras y ecosistemas enteros, incluidos los sumideros de carbono como consecuencia de los incendios forestales, crean enormes cantidades de emisiones. La reconstrucción de infraestructuras y edificios destruidos por el conflicto vuelve a depender de los combustibles fósiles y otros materiales. El primer año de guerra en Ucrania liberó emisiones que equivalen aproximadamente a la producción anual de un país como Bélgica.
4.- La industria militar no pueden ser verde
Los ejércitos no pueden ni quieren descarbonizarse a la velocidad y con la urgencia necesarias. Por ejemplo, siguen contando con la producción y disponibilidad de aviones de combate, barcos y vehículos propulsados por combustibles fósiles durante las próximas décadas. Incluso si la descarbonización de los ejércitos fuera posible, no bastaría para abordar sus impactos globales, ya que el consumo de recursos de los ejércitos seguiría planteando importantes riesgos medioambientales, de derechos humanos y de conflicto. Sus operaciones, muy intensivas en energía, requieren un uso extensivo de recursos naturales finitos, lo que hace que incluso los ejércitos “verdes” sean costosos tanto en términos ecológicos como financieros.
5.- El aumento vertiginoso del gasto militar se correlaciona con el aumento de las emisiones y desvía recursos de las inversiones en mitigación, adaptación y financiación de pérdidas y daños.
En 2022, el gasto militar mundial alcanzó la cifra sin precedentes de 2,24 billones de dólares. Los países más ricos (categorizados como Anexo II en las negociaciones climáticas de la ONU) están gastando 30 veces más en sus ejércitos que en proporcionar financiación climática a las comunidades más impactadas.
6.- Una reducción global del gasto militar disminuiría las emisiones y liberaría recursos para abordar la crisis climática y la seguridad humana.
Con el gasto militar de un año de los 10 países con mayor gasto militar se podría pagar la financiación internacional prometida para el clima durante 15 años (a 100.000 millones de dólares al año). 70.000 millones de dólares de adaptación al clima podrían pagarse con sólo el 3% del gasto militar mundial anual.
7.- Las respuestas militarizadas a la crisis climática no son una solución.
Cada vez más, los Gobiernos están enmarcando la crisis climática como un “multiplicador de amenazas”, un posicionamiento que busca justificar a los militares como una “solución” a estas “amenazas” percibidas. Esto, a su vez, justifica un gasto militar cada vez mayor y desvía la atención de la necesidad de una transformación de los sistemas para una verdadera justicia climática.
8.- El militarismo y el patriarcado son sistemas de opresión que se refuerzan mutuamente y ambos impulsan la crisis climática.
El militarismo se sustenta en un sistema patriarcal que ha normalizado el uso de medios militares, la violencia y la dominación para hacer frente a los conflictos y la inestabilidad, y ahora a la crisis climática. Las feministas exigimos la abolición de todos los sistemas de opresión y, por lo tanto, defendemos la desmilitarización por la justicia climática.
9.- Las mujeres en toda su diversidad y otras comunidades marginadas se ven afectadas de manera desproporcionada por la militarización y la crisis climática.
Esto se debe a que estos grupos son más propensos a experimentar la pobreza, la discriminación y la violencia, lo que puede restringir su capacidad para acceder a los recursos y adaptarse a las cambiantes condiciones ambientales y sociales.
10.- Las mujeres y las niñas, en toda su diversidad, están a la vanguardia de los movimientos por el clima y por la paz.
Las mujeres defienden la paz, la desmilitarización y soluciones climáticas justas desde el punto de vista del género, desde el ámbito local al internacional. Es esencial amplificar sus demandas e incorporar perspectivas feministas para la paz y la justicia climática en la formulación de políticas y en los acuerdos internacionales